lunes, 19 de marzo de 2012

Trenes y Estaciones

           Dicen los viajados que las estaciones de tren antiguas guardan muchos secretos e historias, y que sólo depende de cada uno escucharlas o dejarlas pasar. También dicen que las más modernas carecen de toda personalidad ya que ahora prima la funcionalidad, la comodidad y la efectividad en el transporte.
Las estaciones esconden muchos secretos que poca gente se para a desvelar pero que son de gran importancia. Historias normalmente veladas o de intensidad débil que corren por sus raíles, sus pasillos, sus escaleras, sus andenes y también los trenes que en ella se encuentran o encontraron alguna vez. Incluso algunas de ellas han tenido importancia en películas o novelas como por ejemplo en el largometraje “Los intocables de Elliot Ness”.
            Es innegable que cuando te encuentras en una estación de tren se perciben ciertas sensaciones  que no se sienten en otros lugares tales como: aeropuertos, estaciones de autobús o simplemente en un coche, ya que las estaciones de tren tienen la magia del adiós y del reencuentro, del (puede que último) beso de los enamorados justo antes de que uno de ellos tenga que subirse en uno de los trenes, de la interminable espera de alguien que no llegará, o incluso de grupos de jóvenes que con poco presupuesto se embarcan en un viaje casi de aventuras que recordarán de por vida.

            Las estaciones pueden ser grandes o pequeñas, antiguas o recién construidas, de pueblo o de ciudad, majestuosas por fuera y frías por dentro o aparentemente sencillas desde el exterior pero simplemente magníficas en su interior. Hay de todo.
            Con los trenes pasa lo mismo: hay trenes que cuentan grandes historias (y que incluso han servido como trama para grandes novelas como el Orient Express), trenes modernos y veloces que casi ni da tiempo a ver, trenes regionales, metros, y también trenes con un encanto especial (como por ejemplo el Transcantábrico).
De todas formas, soy de la opinión de que los mejores eran aquellos antiguos con la chimenea en la máquina y ese humo que indicaba la presencia del tren a su paso, forjados en metal y con una decoración propia más de un museo que de un medio de transporte tan utilizado hace décadas. Eran obras de arte andantes, que con la llegada de la energía eléctrica pasaron a mejor vida, dando también unas décimas de segundo más de vida a este planeta que entre unos pocos se están cargando.

             Cada uno de nosotros construímos nuestra  propia estación como mejor nos parece: unos la hacen grande para que quepan muchos trenes, otros muy ostentosa en el exterior pero vacía de mobiliario en su interior, luego están los que permiten que entren y salgan trenes a todas horas y también los hay que prefieren algo sencillo pero con materiales de buena calidad y con pocos trenes en sus andenes.
             Es decisión de cada uno elegir como es su estación y no hay un modelo mejor o peor, sino que son simplemente modelos diferentes, con distintas finalidades, todas ellas aceptables y respetables.
             También podemos elegir qué tipo de trenes queremos que entren a nuestra estación: rápidos, antiguos, locales, regionales o incluso internacionales. También pueden ser trenes poco convencionales o trenes que ya pasaron por nuestra estación. Todos ellos con características diferentes, objetivos y finalidades distintas y no por ello mejores o peores.

             Una vez que los trenes llegan a la estación podemos elegir cuáles permanecen en nuestros andenes y cuáles queremos que se vayan para dejar un sitio libre a otros que vendrán, o simplemente queremos que abandonen su lugar porque no queremos billete en ellos. Son decisiones personales, subjetivas, a veces incomprensibles, pero que deben ser respetadas y aceptadas. Pueden ser decisiones difíciles de asumir pero no queda otra que acatarlas.
             Podemos comprar un billete para los diversos trenes, pero estos viajes pueden ser  para una o dos paradas, de corta duración, de ida y vuelta o incluso para hacer transbordo con otro tren. También es posible comprar billetes de larga duración o simplemente de ida. Todo depende de qué busquemos o de qué necesitemos en ese momento.
             Pero los trenes no permanecen siempre en los andenes. Algunos pueden irse al poco tiempo de llegar, impacientes por buscar nuevas estaciones o simplemente buscando estaciones con otra decoración. Otros tras comprar algún billete en ellos también buscan nuevos horizontes. Los hay también que entran y salen varias veces de la misma estación o que parece que se van pero cuando encaran la salida retroceden de nuevo. Otros sin embargo no hacen caso al jefe de estación y no abandonan su andén,  esperando que se compre su billete, aun cuando saben que eso no va a ocurrir.

             Pero el caso más interesante es el de los trenes que, sin hacer ruido, permanecen durante mucho tiempo en la estación. Suelen ser trenes simples, sencillos, con poca fachada y mucho contenido, generalmente poco atractivos en una primera impresión. Muchas veces no nos damos cuenta de su presencia, otras no queremos darnos cuenta, pero ahí están, ocupando una vía lateral o incluso una vía muerta, esperando que les saquemos un billete para emprender un viaje en ellos. Son trenes que se descubren cómo son exclusivamente cuando entras en ellos, ves su mobiliario, sus recovecos, escuchas las historias que encierran (probablemente desconocidas hasta la fecha) y palpas el maravilloso viaje que pueden ofrecerte.
             Estos trenes son más fáciles de encontrar de lo que parece, pero no suelen ser demandados, no son un producto comercial. Puede llegar un momento en el que la estación se dé cuenta de su presencia, o que por medios externos se denote su presencia en la misma, y al darnos cuenta del potencial del viaje de este tren, decidamos comprar un billete en ellos.
Pero también puede pasar que la estación no caiga en la cuenta de esos trenes, no reciba noticias o no quiera tener en cuenta las mismas, que los trenes no se hagan la  publicidad necesaria, etc...  . Esto puede permanecer así mucho tiempo y al final, el tren muy a su pesar abandona la estación a regañadientes, pero a sabiendas que es lo mejor tanto para él como para la estación.            
Hay veces que se desconoce de por vida la presencia durante un tiempo de estos trenes en alguno de nuestros andenes. Otras veces hacemos como que no nos damos cuenta y al final el tren abandona la estación cansado de la espera. Y generalmente, es cuando este tren abandona la estación, cuando nos damos cuenta del viaje que podríamos haber experimentado pero que difícilmente volverá a presentarse.
Puede que el tren acuda alguna otra vez a la estación, pero tras esperar durante tanto tiempo es complicado que ocurra, y si tiene lugar no permanecerá tanto en el andén: hará una parada rápida y si de nuevo nadie compra algún billete se volverá a marchar, y esta vez puede que para siempre. Pero eso nadie lo sabe, ni siquiera el mismo tren...



                                                                                                                         Philipp

3 comentarios:

  1. Geniall!! pura metáfora =D
    Hackett out

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  2. posiblemente ese tren vaya a otra estación, dónde compren billete...o incluso por el camino puede llegar a algún apeadero inesperado

    Billy

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  3. todo es posible Billy...gracias a los dos!! espero al menos mantener el nivel en el próximo...
    Philipp

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