Es indudable que el cambio es algo inevitable y
necesario en el ser humano. Conforme vamos creciendo, nuestra personalidad va variando
de forma imperceptible en el día a día, pero de manera notoria con el paso del
tiempo.
Son procesos que suceden poco a poco, motivados
tanto por el desarrollo corporal y físico de la persona como por las decisiones
personales que realizamos y por la trayectoria y los sucesos que cada uno vivimos. Hay algunos
a los que los cambios se les notan más, a otros menos, pero todos los
realizamos. Por supuesto, son un arma de doble filo, ya que pueden ser cambios
que mejoren nuestra personalidad o, por otra parte, la pueden empeorar, aunque habitualmente
son variaciones a mejor.
Generalmente, no nos damos cuenta de lo que hemos cambiado
hasta que un día echamos la vista atrás y apreciamos los leves detalles o las
grandes variaciones que hemos experimentado, desde en las cosas más nimias
hasta en las más importantes: cambios en la forma de plantear un conflicto, de
pensar en un tema concreto, de la forma encarar
la vida o de plantearnos las relaciones con los demás, etc... Hay muchos
ejemplos, aunque debe ser cada uno en una breve reflexión interna el que los
debe encontrar.
Sufrimos cambios fisiológicos y propios de cada
edad, necesarios e inevitables. Por otra parte, otro tipo de cambios son los
que realizamos voluntariamente para variar o mejorar partes concretas de
nuestra personalidad. Con ellos retocamos facetas que creemos que podemos cambiar
si nos aplicamos a ello. Y luego están los cambios que particularmente
experimentamos cada uno, consecuencia de las circunstancias personales. Se
deben a hechos concretos en la vida de cada persona que marcan en ella un antes
y un después y que generan un cambio en la personalidad: son los llamados puntos
de inflexión.
Pueden ser momentos de éxito o de fracaso, de
tristeza o de alegría, colectivos o en solitario, sencillos o de una gran
complejidad, etc... Estos hechos configuran algunos detalles de nuestra
personalidad y de nuestra forma de ver las cosas sin que nos demos cuenta,
pudiendo apreciarse la variación a corto, a medio o incluso a largo plazo. Pueden
ser cambios grandes o imperceptibles, pero son cambios exclusivos de cada
persona.
Cada uno hemos tenido varios puntos de inflexión
en nuestra vida, algunos de grato recuerdo y otros que fueron un mal trago en
su momento, pero todos recordamos cuáles son y qué ocurrió en ellos, así como
qué cambió en nosotros tras vivirlos. Son momentos imborrables, irrepetibles y
personales que nos han hecho ser como somos ahora.
Y son estos momentos concretos que nos marcan y
nos hacen cambiar los que nos hacen ser distintos entre nosotros y nos harán
seguir cambiando en el futuro. Menos mal, porque si fuéramos todos iguales (sin
esas variaciones personales, particulares y características) se perdería la gracia de todo...
Philipp
Bravo nuevamente!!
ResponderEliminarEs curioso que precisamente en esos momentos malos y de tristeza o incluso en los colectivos de los que tu hablas, los seres humanos no solamente cambian: descubren cosas, dones o incluso otras personas en las que nunca habían parado y derrepente las creen como caídas del cielo.
A seguir así Philipp!
Yen Sid
Gracias Yen Sid, es cierto lo que dices, las evoluciones y cambios que a veces parece que van a resultar difíciles y momentos malos nos dan una nueva perspectiva de otra cosa...todo es estar abierto al cambio positivo y a darse cuenta de las personas y las cosas que de verdad importan...
ResponderEliminarEspero el siguiente tuyo!
Philipp